La neutralidad política es una fórmula que funcionó en el pasado para mantener privilegios comerciales y políticos. Después de la invasión rusa a Ucrania, comenzó un punto de no retorno para la mayoría de las organizaciones deportivas internacionales Soy 80% académico y 20% activista. Por eso dedico este discurso a todos los activistas y periodistas que arriesgan sus vidas y trabajos todos los días. No quiero ser grosero, PERO seamos claros. Las organizaciones deportivas están demasiado enredadas en la política global como para mantener una idea de neutralidad diseñada para una era completamente diferente. El COI y la mayoría de las Federaciones Internacionales (FI) modernas se fundaron a finales del Siglo XIX y principios del XX como escenarios neutrales en un mundo desregulado y plagado de guerras. Desde sus inicios, el COI y la mayoría de las organizaciones deportivas estuvieron comprometidos con una agenda de paz global. De hecho, muchos de los presentes en el Congreso Olímpico de la Sorbona de 1894 ocupaban puestos de liderazgo en organizaciones internacionales de paz. El Movimiento Olímpico es una mezcla de filosofía griega, cristianismo y filosofía francesa ecléctica del Siglo XIX. Las organizaciones deportivas son poseedoras de poder global, cuyo papel en la sociedad mundial ha cambiado dramáticamente desde principios de los años 90. Ahora se escribe un nuevo capítulo, tras la invasión rusa de Ucrania en 2022. En este sentido, todas las FI con eventos deportivos en Rusia tuvieron que tomar decisiones políticas. Pero el COI nunca nos decepciona. Recomendó a las FI y a los organizadores deportivos internacionales que permitieran a los atletas rusos o bielorrusos competir en París bajo la figura de Atletas Neutrales Individuales (AIN). El COI ha utilizado su imagen de organismo humanitario para justificar su papel como actor neutral en la geopolítica. Jugar como pacificador o como actor humanitario tiene dos identidades. Esto significa ejercer su rol humanitario, mientras se está sujeto a agendas políticas y realidades que interfieren con su trabajo. En este contexto, el COI ejerce una diplomacia pragmática y silenciosa. Un ejemplo de lo primero, es el convenio con la Cruz Roja. En 2003, el COI y la Cruz Roja firmaron un acuerdo para promover valores humanitarios compartidos. El segundo ejemplo es el caso Pen Shuai, cuando el COI surgió repentinamente como pacificador, después de que el presidente estadounidense Joe Biden y Steve Simon, el jefe de la Asociación de Tenis Femenino, exigieran pruebas del bienestar de Pen. Después de todo el escándalo, durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 (la tenista China) dijo que había habido un «enorme malentendido». ¿Están la ONU y el COI en el dominio de la hipocresía organizada? La hipocresía organizacional es un desajuste entre palabras, decisiones y acciones. Según el profesor Michael Lipson, seguir los valores de la organización y calibrar el interés de las partes interesadas engendrará hipocresía organizada. Esto se ha explorado en los negocios, especialmente en la Responsabilidad Social Corporativa, pero desafortunadamente, poco explorado en el deporte. Entonces, ¿qué sucede cuando la ONU y el COI unen fuerzas? La verdad, -no mucho.- La ONU y el COI se convirtieron en actores interdependientes para mantener su ventaja de dependencia de poder. En cierto modo, el COI y las organizaciones deportivas han sido cooptadas por agendas políticas, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Sin embargo, les cuesta emular los canales diplomáticos y humanitarios. Los incidentes críticos pueden fortalecer, en lugar de debilitar, la hipocresía organizacional. Un ejemplo de ello es la influencia mutua entre la ONU y la COI para apoyar el uso de los Mega Eventos Deportivos en la agenda para el desarrollo sostenible (a pesar de sus contradicciones). En consecuencia, es necesario un análisis crítico de las relaciones entre el deporte, los 17 ODS y su coherencia política. Las organizaciones deportivas utilizan la neutralidad para mantener su autonomía mientras se comprometen con causas sociales y detalles contractuales para los Mega Eventos Deportivos. Sin embargo, la contribución del deporte a los ODS es invisible. A pesar de la profesionalización de la sostenibilidad, el deporte no está en la lista de indicadores para alcanzar los ODS. De hecho, el deporte no aparece mencionado en más de 210 indicadores de la Base de Datos Global de los ODS. Los ODS son el resultado de una agenda política. El compromiso de las organizaciones deportivas con los ODS es un acto político y también utilizan los Mega Eventos Deportivos para mantener su influencia. Por ejemplo, las organizaciones deportivas pueden sancionar a los candidatos de eventos deportivos y prohibir las expresiones políticas en el deporte. El cierre de la Oficina de la ONU del Deporte para el Desarrollo y la Paz (UNOSDP por sus siglas en inglés) fue una oportunidad perdida. El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres anunció dicho cierre en 2017 “para evitar el trabajo paralelo y tener acceso directo a la experiencia del COI y sus 206 Comités Olímpicos Nacionales, así como también a las Federaciones Deportivas Internacionales”. Las Resoluciones de las Naciones Unidas que abordan el deporte como un facilitador del desarrollo sostenible son generosas pero ineficaces. Desafortunadamente, “la historia es un patético desperdicio de tratados incumplidos”, tal como dijo Richard Nixon en 1984. Nuevas circunstancias desafían el mantra olímpico de “deporte y política no se mezclan”. Esos son el activismo de los atletas, el interés empresarial por el deporte a través del patrocinio y la Responsabilidad Social Empresarial (RSC), el compromiso de las organizaciones deportivas con la ONU y sus agencias orientadas a los ODS y los Derechos Humanos, así como también los incentivos para albergar Mega Eventos Deportivos después del Covid-19. El sector del Deporte para el Desarrollo y la Paz tiene un papel en esta agenda. Incluso cuando dicho sector tiene un objetivo estricto, no está libre de influencia comercial y política. Este sector combina cuatro dominios de política social que abarcan: (1) Corporaciones Transnacionales; (2) ONGs de base comunitaria; (3) Gobiernos nacionales y organizaciones intergubernamentales; y (4) Nuevos movimientos sociales y ONG radicales. Ellas no están herméticamente aisladas unas de otros, sino que habitualmente se superponen, lo que hace que el escenario sea aún más complejo que el del sistema olímpico y el movimiento deportivo. A continuación, permítanme sacar tres conclusiones y un llamado a la acción.
La neutralidad política es una fórmula que funcionó en el pasado para mantener privilegios comerciales y políticos. Después de la invasión rusa a Ucrania, comenzó un punto de no retorno para la mayoría de las organizaciones deportivas internacionales. Se requiere una conversación existencial en todos los niveles. La sociedad civil, las autoridades públicas y los socios corporativos exigen acciones y sanciones concretas. La mutua influencia de la ONU y el COI apoyando el uso del deporte, especialmente los Mega Eventos Deportivos para promover la paz, los ODS y los Derechos Humanos, ha fortalecido su reputación de hipocresía organizacional. El uso de la neutralidad como fuente de autonomía debe ponerse en práctica a través de una gobernanza colaborativa, explicando las relaciones entre las organizaciones deportivas, las empresas y las autoridades públicas en diversos contextos políticos y culturales. Un concepto renovado de neutralidad, junto con el de autonomía, serviría para que sus compromisos sociales fueran menos contradictorios.
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