La Corona española, preocupada por el desfalco continuado de sus rentas, creó instrumentos de control político y fiscal. En lugar de detener el fraude, lo racionalizó y extendió a todas las escalas de la administración. Hermes Tovar Pinzón, autor de Corrupción: Metáfora de ambición y deseo (Tovar, 2014), ha sido una de mis últimas lecturas, y tomo aquí algunas de mis anotaciones para pensar sobre la naturaleza del fenómeno que parece más una herencia cultural que un problema de individuos que no respetan las reglas del juego. El texto es una mirada histórica y crítica a las raíces de un problema que para el autor es "la consecuencia y no la causa de los males de un Estado fallido, incapaz de diseñar un nuevo país y crear mejores condiciones para la equidad." "La corrupción no es un fenómeno circunscrito a cada país, sino a la economía mundial." Desde tiempos coloniales, la corrupción ha sido parte inherente de las estructuras de poder en América Latina. Según el libro, "la religión, la lengua y la ley no fueron las únicas herencias asimiladas en América Latina, sino que la corrupción se impuso como un patrimonio más del sistema colonial." Este legado colonial transformó la corrupción en un recurso funcional: "América fue un espacio de creación de nuevas estructuras de poder y de un sistema fiscal que garantizaría la obtención de unas rentas coloniales. En este proceso, la corrupción operó como constructora del orden político colonial." Este legado no solo moldeó las estructuras legales y económicas, sino que estableció prácticas que perpetuaron el fraude en los niveles más altos de la administración pública. "La Corona española, preocupada por el desfalco continuado de sus rentas, creó instrumentos de control político y fiscal. Pero esto no fue suficiente para detener el fraude. Antes bien, lo racionalizó y extendió a todas las escalas de la administración." En Colombia, la corrupción ha evolucionado con el tiempo. Como señala el texto: "La persistencia de la burla a la autoridad y a la honradez ciudadanas no tiene sus raíces en la delincuencia de los últimos años, sino en el modo de ser y de actuar de quienes acceden a la dirección y administración de políticas de crecimiento y desarrollo." Esto no solo ha implicado el desvío de recursos públicos, sino también la exclusión de ideas y proyectos que buscan justicia social. "Después de 1950, grupos de ultraderecha promovieron una absurda lucha de intolerancia política al excluir del juego democrático a individuos, grupos y partidos defensores de ideas sobre justicia laboral, inclusión social, quiebra de la inequidad y una mayor redistribución de los recursos del Estado en educación, salud e infraestructura." El desarrollo económico del siglo XX no estuvo exento de consecuencias graves, incluyendo la degradación ambiental y el abandono de sectores clave como la educación. “La mezquindad y la avaricia, los fanatismos políticos, la ambición y la corrupción de las élites políticas y empresariales de hoy revelan el fracaso de la Escuela de 1930. Es curioso señalar cómo en 1933 el 18% del presupuesto global de los 14 departamentos fue dedicado a la instrucción pública, mientras que en el año 2012 el porcentaje del presupuesto nacional en Educación fue del 15%. Y la escuela del siglo XXI sigue a la deriva como en los siglos XIX y XX.” Esta negligencia histórica en la inversión educativa ha perpetuado ciclos de desigualdad y marginación que dificultan la equidad. El texto también plantea una reflexión crucial sobre el papel de la memoria en la lucha contra la corrupción: "El cuerpo y el archivo luchan conjuntamente contra la mutilación y la sordera que el sistema instrumentaliza en detrimento del poder del recuerdo y la memoria y en contra de la verdad." Los archivos y la memoria histórica se convierten en herramientas esenciales para identificar patrones y prevenir futuros abusos. La lucha contra la corrupción no puede limitarse a acciones puntuales. Según el autor: "La corrupción no es la causa de los males del Estado, sino la consecuencia; el efecto de un Estado incapaz de diseñar un nuevo país y crear mejores condiciones para la equidad." ¿Qué nos queda? Puede sonar ingenuo, pero es posible una nueva generación de colombianos más despiertos, más presentes, más responsables consigo mismos y con el prójimo. Parte del ejercicio consiste en conocer el pasado y mirarlo con nuevos ojos. BibliografíaTovar, P. H. (2014). Corrupción: Metáfora de ambición y deseo (Uniandes, Ed.). Uniandes.
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AutorNo estoy esperando NADA. Mi momento es aquí y ahora. Es HOY, es YA. Archivos
Febrero 2024
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