Los últimos eventos académicos y gremiales a los que he asistido me han puesto a pensar lo lejos que estamos de lograr el primer propósito. Es decir, nos conectamos pero no nos conocemos.
Vivimos en la sociedad de la transparencia, del positivismo y la aceleración; aceleración de todo, de la vida, de las relaciones, de las emociones, los sentimientos y la atención.
La falta de negativismo en nuestras vidas y la expulsión de la alteridad nos han convertido en sujetos individualistas y poco empáticos. Nuestros dispositivos que aceleran la vida y las relaciones, nos ponen la tarea cada vez más difícil de cooperar con otros, y trabajar hombro a hombro, beneficiándonos por igual.
Veo un afán por sobresalir, exponerse y ser expuesto en las pantallas, y en la vida on y offline. Nuestros dispositivos nos convirtieron en narcisos egoistas, en aglomeraciones de solitarios; como diría Octavio Paz.