Jurjo Torres es un profesor español que lleva ya varios años escribiendo sobre educación, pedagogía y currículo. Lo conocí gracias a un curso de pedagogía y una de sus conferencias que seguí por youtube. Me llamó la atención el título de uno sus libros: La desmotivación del profesorado. Leí el libro en dos ocasiones, la primera cuando lo pedí prestado a la biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, y la segunda, dos años después, cuando lo compré en la tienda de amazon por 6,39 dólares.
Si al final de esta reseña están interesados en leer el libro, yo recomiendo comprarlo en su versión digital; es más barata que la física y es más fácil subrayar frases, párrafos, compartirlas en redes y recuperarlas al final. Para escribir esta reseña, tuve en cuenta 125 notas que tomé del libro, en este post les comparto algunas. El libro presenta un recuento histórico, cultural y social que le dan a la educación un contexto específico. El autor repasa los problemas de fondo y de forma que tiene la educación. |
“El lenguaje del mercado se está apoderando de los ambientes escolares y, en consecuencia, el lenguaje de la competitividad, excelencia, créditos, competencias, calificaciones, indicadores de rendimiento, se convierte en preponderante. El capital cultural es lo que preocupa y, lo que podríamos denominar como el capital emocional, ni se contempla.”
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Empecemos con el fondo y terminemos con la forma. ¿Qué hay en el fondo? En el fondo está la historia, la cultura, las costumbres, las acciones que nos hacen ser como somos y el imaginario colectivo de lo que queremos que sean las personas. ¿Cómo deben ser los otros? ¿Cómo deben comportarse? ¿En ese imaginario tienen mucho que ver la escuela y la iglesia, y por supuesto, los profesores. ¿Y qué es la forma? en la forma están los currículos obligatorios, la formación docente, los salarios, los formatos, la burocracia, la evaluación, la autoevaluación, el escalafón...
¿Qué tiene que ver la globalización con todo esto?
Algo deja claro Torres en el libro -idea que comparto- y es que la globalización está lejos de regirse por los Derechos Humanos; la globalización le permite a los dueños del capital movilizarlo entre los países, pero se les impide a las personas hacerlo, por eso se militarizan las fronteras y se restringe a las personas trabajar en otros países. Para Torres, “las posibilidades de subsanar tales injusticias, errores y desajustes tienen más ocasiones de remediarse en un mundo globalizado, pero regido por la democracia y valores como la fraternidad y la justicia social.”
La globalización y el pragmatismo social hacen que la educación se vea como un sistema subordinado a las demandas del mercado. El sector educativo al servicio de la empresa. Las políticas macroeconómicas que dictan organismos mundialistas como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Consejo de Europa o la Organización Mundial del Comercio orientan la educación para que esta tenga un carácter utilitario, “los contenidos ofertados para los estudiantes son analizados y seleccionados desde ópticas pragmatistas y mercantilistas”. Se educa a las personas para que aprendan a ser buenos empleados, obedientes con la autoridad, acríticos, individualistas y polivalentes. El tipo de educación que van a demandar familias y estudiantes, son los saberes que van a servir para intercambiar en el mercado laboral, o sea, para garantizar el éxito económico y social.
“Los discursos públicos de los grupos conservadores y neoliberales apelan insistentemente a la defensa militar, a la reclamación de un endurecimiento de las penas y las políticas de reclusión en cárceles de los miembros de las clases sociales más desfavorecidas, por motivos cada vez más nimios, se van convirtiendo en hegemónicas.”
La tarea del profesor influye poco o nada en sus estudiantes, en la formación de su identidad. El pulso por la formación de esa identidad está siendo ganado por la sociedad de consumo, los medios, y las tecnologías de la información y la comunicación, están gestando personas con necesidades y deseos en constante cambio, cambio que les exige diferenciarse de los adultos, hablar, vestirse, comportarse de una manera diferente. Las conductas y los hábitos les sirven para diferenciarse del mundo adulto.
En la formación de los profesores, resalta la pobreza en las políticas de actualización cultural y psicopedagógica, luego, cuando se les capacita, los cursos programados están al margen de sus intereses y necesidades. Por último, la forma de retenerlos en estos cursos, es obligándolos a firmar una hoja de control para verificar su asistencia y permanencia.
Nuestro sistema educativo, y seguro en muchos países, insiste en la cultura de la motivación; a los estudiantes se les promete recompensas como calificaciones o incentivos -externos-, los cuales no hacen otra cosa que fomentar la ley del menor esfuerzo.
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“El siglo XX, en general, podemos denominarlo como el siglo del reconocimiento de los Derechos Humanos y de los Derechos de los Pueblos. Los avances espectaculares no sólo se producen en los derechos de las mujeres, de los niños y niñas, sino también en los de las personas discapacitadas.”
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La burocracia en el sistema educativo da para otro libro, de hecho, encontré otro con un título explosivo: La utopía de las normas: De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia. Sobre el tema, hay que decir lo frustrante que es para los profesores, perder su tiempo llenando un montón de papeles, planificar sobre calendarios irreales con rutinas burocráticas, cumplir con tareas mecánicas que, por la prontitud y el afán de los administradores, nunca van a ser leídas o tenidas en cuenta para actuar. Ver libro.
En este momento histórico, los profesores son responsabilizados por la calidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje, mientras se invisibilizan los centros formativos y los otros actores del Estado, esta estrategia busca por un lado, subvalorar la calidad de la educación pública y justificar la privatización de la educación.
Coda: “Trabajar como docente implica confiar en las posibilidades de aprendizaje del alumnado y transmitirle entusiasmo por las tareas que se le proponen, así como acerca de sus posibilidades de éxito. Una pedagogía autoritaria nunca puede educar una ciudadanía responsable y democrática; su finalidad es adoctrinar y enseñar a ser súbditos, personas sin autonomía, completamente sumisas y dependientes”.