No se puede servir a dos señores: el poder público y la codicia. Gobernar requiere vocación, no acumulación.
En esta versión del capitalismo, los derechos estorban, las minorías son una carga. Así funciona esta lógica depredadora: todo lo que no produzca dividendos a escala exponencial, se desecha. Lo fue Trump. Lo es también el planeta. ¿La nueva frontera? Marte. ¿Qué nos dice la pelea del momento? ¿Podemos ignorar la pelea pública entre Elon Musk y Donald Trump? ¿O más bien deberíamos preguntarnos: ¿qué revela sobre el mundo en que vivimos? Este show mediático más allá de una pelea de egos inflados, es el reflejo de un mundo gobernado por intereses privados, plataformas digitales, ambiciones imperiales y una democracia cada vez más desplazada por el capital. Lo primero: el planeta Tierra les quedó pequeño a los dueños del capital. Pero esta entrada no se trata de ellos, se trata de nosotros. Estamos presenciando una era de acumulación obscena. Musk no solo compró Twitter (ahora X) para convertirlo en una empresa rentable; lo convirtió en un dispositivo de poder. Desde ahí tuitea que Trump provocará una recesión por sus medidas arancelarias. Desde ahí denuncia que Trump estaría en los archivos de Epstein, vinculándolo con una red de abuso infantil. La acusación es brutal: el presidente más poderoso del mundo, implicado en uno de los mayores escándalos de abuso de la historia reciente, revelado por el hombre más rico del planeta. La respuesta fue inmediata. Trump amenaza con cancelar los contratos de Tesla y SpaceX. Musk responde cancelando la cápsula Dragon. Y en medio del fuego cruzado, las acciones de Tesla caen como nunca antes. Los dos se acusan mutuamente de haber sido aliados por conveniencia. El propio Musk, que en enero había dicho que amaba a Trump "tanto como un hombre heterosexual puede amar a otro hombre", hoy pide su destitución. Propone que JD Vance (Vicepresidente de los Estados Unidos), un senador de extrema derecha financiado por Peter Thiel, lo reemplace. Pero esto no es solo una pelea personal. La NASA depende actualmente de SpaceX para enviar humanos al espacio: ni Boeing, ni Blue Origin, ni ninguna agencia estadounidense tiene la capacidad operativa que tiene la cápsula Dragon. La única alternativa es la Soyuz rusa o los cohetes chinos. Es decir, Estados Unidos necesita más a Musk que Musk a Estados Unidos. Él lo sabe, y usa esa asimetría a su favor. Steve Bannon, exideólogo de Trump, ha sugerido investigar el estatus migratorio de Musk, un blanco sudafricano que alguna vez fue defendido por Trump cuando quería atraer "refugiados blancos" desde Sudáfrica. Ahora, en medio de nuevas restricciones migratorias contra venezolanos y otros países, el propio Musk podría ser objeto de una cacería política. Ex asesor de Trump es liberado de la cárcel. Todo esto ocurre mientras Musk amenaza con fundar un nuevo partido político, al margen de demócratas y republicanos. Él, que alguna vez colocó a uno de sus aliados (Jared Isaacman) cerca de la administración de la NASA, hoy denuncia públicamente que el gobierno está cooptado y que solo él puede refundar el equilibrio de poder. ¿Y la humanidad? ¿Dónde queda? En esta lucha de egos monumentales, los discapacitados, los migrantes, los pobres, los que no producen en masa, sobran. En esta versión del capitalismo, los derechos estorban. Las minorías son una carga. Así funciona esta lógica depredadora: todo lo que no produzca dividendos a escala exponencial, se desecha. Lo fue Trump. Lo es también el planeta. ¿La nueva frontera? Marte.
→ Elon Musk quiere colonizar Marte: su plan para hacer de los humanos una especie multiplanetaria (BBC)
Musk no es solo un empresario: es un nuevo soberano. Uno que ya no necesita partidos ni elecciones. Tiene plataformas, satélites, contratos, influencia militar, seguidores y data. Gobernar desde la nube. Trump, con todo su populismo, quedó viejo. Pasó de ser un magnate a ser un peón.
El trasfondo estructural de esta disputa es aún más alarmante si lo estudiamos bajo al lente del "capitalismo burocrático". Como plantea el análisis clásico del fenómeno, este modelo no impulsa la producción ni la innovación real, sino que se basa en una simbiosis perversa entre capital parasitario y aparato estatal. En países como Colombia —pero también, de manera más sofisticada, en Estados Unidos—, el capital ya no necesita crear riqueza. Le basta con controlar los resortes del Estado, las licencias, los contratos, la narrativa pública. Es un capitalismo que saquea, que expulsa al que incomoda y premia al que se alía, aunque sea temporalmente.
Esto explica por qué, mientras en EE.UU. se disputan el trono entre megacorporaciones y caudillos digitales, en países periféricos como el nuestro se perpetúan élites incapaces de construir industria o distribuir equidad. Como dice Gilberto Tobón, aquí no hay empresarios, hay ladrones con corbata financiados por el Estado. Lo advirtieron Pepe Mujica y el Papa Francisco: si son fanáticos del dinero, sáquenlos de la política. No se puede servir a dos señores: el poder público y la codicia. Gobernar requiere vocación, no acumulación. Entonces, ¿qué nos dice la pelea del momento? Que no es un chisme entre magnates. Es un espejo. Nos habla del mundo que habitamos, de la velocidad con la que se derrumban las formas democráticas cuando el capital ya no necesita intermediarios. No se trata de partidos ni de ideologías. Se trata de decidir qué tipo de vida queremos habitar: si la de los depredadores que sueñan con Marte mientras destruyen la Tierra, o la de quienes todavía creemos que esta vida —terrenal, imperfecta, conflictiva— merece ser vivida con dignidad.
Comentarios
No estás rodeado de idiotas, solo estás interactuando con personas con diferentes actitudes, valores y patrones de conducta. Esa es la idea de Thomas Erikson en su libro Rodeado de idiotas: los 4 tipos de comportamiento humano y cómo comunicarse con ellos en los negocios y la vida. Este mensaje no es para ti, así que no te enganches; es la reseña de un libro que leí hace poco y se llama así. No estás rodeado de idiotas, solo estás interactuando con personas con diferentes actitudes, valores y patrones de conducta. Esa es la idea de Thomas Erikson en su libro Rodeado de idiotas: los 4 tipos de comportamiento humano y cómo comunicarse con ellos en los negocios y la vida. El título engancha, ¿cierto? Eso pensaron Erikson y su editor cuando titularon este libro en 2019. Lo curioso de todo esto es que el libro retoma los tipos de personalidad descritos por Hipócrates en el siglo V A.C. Erikson los clasificó en colores por simplicidad: rojo, amarillo, verde y azul. Un sistema antiguo, reempacado con colores Erikson recupera el planteamiento de los cuatro temperamentos de Hipócrates: colérico, sanguíneo, flemático y melancólico. Sin embargo, para hacer el concepto más accesible y memorable, los traduce a un código de colores: Rojo (Dominante): Ambiciosos, competitivos, líderes naturales. Piensa en figuras como Steve Jobs o Margaret Thatcher. Amarillo (Inspirador): Optimistas, confiados, sociables y llenos de energía, como Barack Obama. Verde (Estable): Tranquilos, tolerantes y amigables, representados en personas como Michelle Obama o Gandhi. Azul (Analítico): Perfeccionistas, detallistas e introvertidos, al estilo de Bill Gates o Albert Einstein. (Cuéntame en privado con cuál color te identificas). Para Erikson, nadie pertenece exclusivamente a un solo color. Más bien, predominan dos tipos, lo que explica la complejidad del comportamiento humano. Por ejemplo, los "azules" suelen compartir características con los "verdes" por su naturaleza reservada, mientras que los "rojos" y "amarillos" tienden a ser más proactivos y extrovertidos. ¿Innovación o reciclaje? La virtud del libro es su capacidad para explicar conceptos complejos de forma clara y accesible. El uso de colores, ejemplos concretos y un tono casual facilita que cualquier lector, con o sin formación en psicología, pueda identificar patrones de comportamiento y reflexionar sobre sus propias interacciones. Sin embargo, hay una crítica que no puede ignorarse. Aunque Erikson reempaqueta el sistema con colores y ejemplos modernos, no deja de ser una reinterpretación simplista de teorías mucho más profundas. El modelo ignora matices fundamentales del comportamiento humano y puede llevar al lector a encasillar a las personas en categorías rígidas. Además, carece de un respaldo científico sólido que valide su aplicación universal. Conflictos y estrategias: Aplicación a la vida diaria Además de identificar los rasgos principales de cada color, Surrounded by Idiots destaca que cada tipo de personalidad tiende a enfrentar conflictos específicos en sus interacciones. Por ejemplo: Rojo (Dominante): Los rojos suelen entrar en conflicto cuando sienten que no tienen el control, enfrentan decisiones lentas o perciben falta de competencia en los demás. Su estilo directo y competitivo puede ser percibido como agresivo. Estrategias:
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Más allá de los colores El mayor valor de este libro no radica en su sistema de colores o en sus ejemplos llamativos, sino en su mensaje implícito: la clave para relaciones más saludables está en la empatía y el entendimiento. Pensar que estás rodeado de idiotas solo refleja una falta de esfuerzo para comprender a los demás. Como reflexiona Erikson, todos tenemos fortalezas y debilidades, y el reto es aprender a adaptarnos al estilo de comunicación de quienes nos rodean. Puede que no estés rodeado de idiotas, pero definitivamente estás rodeado de personas únicas que merecen ser entendidas. ¿Vale la pena leerlo? Surrounded by Idiots es un libro entretenido, práctico y de lectura ligera. Es ideal para quienes buscan herramientas inmediatas para mejorar su comunicación en entornos laborales o personales. Sin embargo, los lectores más críticos o con formación en psicología podrían encontrarlo demasiado simple.
Por rara que parezca la máxima: “perder es ganar un poco”; en la política como en la vida, tiene algo de razón, tiene algo de positiva. Ganar no siempre es tan bueno, el que pierde se repliega, reflexiona, planea y vuelve por lo suyo. La tercera ley de Newton funciona en los humanos: “con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria”, las acciones emprendidas por los sectores del No, tuvieron reacciones proporcionales y en el sentido contrario.
Después de comprobar que la ley de acción y reacción funciona en los humanos, los invito a que no lean este post.
Estuve a favor del SI en el plebiscito porque aún me parecen sensatos los acuerdos, porque darles una oportunidad a las FARC no era entregarles el país, era darles una oportunidad, y por ahí derecho, era darnos una oportunidad a nosotros de ser más tolerantes y pasar la página, escribir una historia diferente. Con el voto a favor del No a los acuerdos, la tristeza y la decepción ya pasaron, son cosa del pasado, lo curioso de todo esto es ver como la tercera ley de Newton funciona en los humanos, en este caso, en la política. Dice esta ley de la física que: “Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto.” En este país, ocurrió algo así, las acciones emprendidas por los sectores del No, tuvieron reacciones proporcionales y en el sentido contrario.
Si la idea era que Santos se quedara sin el Nobel, la comunidad internacional lo respalda y le otorga el premio como respaldo para que termine la tarea.
Si la idea era promover el rechazo a las negociaciones con grupos ilegales, el gobierno anuncia un nuevo proceso con el ELN. Si la idea era fortalecer el Centro Democrático, el partido se divide con los brotes de honestidad de sus dirigentes. Si la idea era tergiversar el contenido de los acuerdos, terminaron estudiándolos mejor para proponer a partir de ellos. Si la idea era dividir, hoy estamos unidos los del SI y los del NO para exigir un acuerdo ya.
Cuando vi que el NO había traído al diálogo a la guerrilla del ELN, había llevado a la Casa de Nariño a los representantes de la ultraderecha, y al enemigo del presidente (otrora su mejor aliado), había hecho que un político dijera la verdad ante los medios y nos contara cómo hicieron su campaña y cómo engañaron a sus seguidores; me dí cuenta que en esta ocasión, por raro que parezca, “perder es ganar un poco.” En la política como en la vida, ganar no siempre es tan bueno, el que gana celebra, se embriaga, se distrae, se regocija; el que pierde se repliega, reflexiona, planea y vuelve por lo suyo.
Los líderes del NO (nos sus seguidores ni sus trolls) tienen ahora la responsabilidad de hacer propuestas viables, sensatas, realistas; tienen la oportunidad de ser más tolerantes y tener en cuenta que viven en un país diverso y complejo. No es momento ni es sensato promover una mesa de tres patas, no es viable llevar al Centro Democrático a negociar con las FARC, este partido deberá, gústele o no, ponerse la camiseta del gobierno y apoyar un acuerdo final con las FARC, el costo político de no hacerlo sería enorme, muy negativo para ellos. La renegociación de los acuerdos es entre el gobierno y las FARC, eso pone a los líderes del No, a los líderes del Centro Democrático y a todos los activistas del No de lado del gobierno. Otra vez la ley de Newton actuando, por eso los invito a no leerme; ¡qué paradoja! Los miembros de la extrema derecha, son ahora quienes abogan por un acuerdo más incluyente. |
AutorNo estoy esperando NADA. Mi momento es aquí y ahora. Es HOY, es YA. Archivos
Febrero 2024
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