Se siente solo aunque esté en pareja, en familia? Fresco, es normal, a todos nos pasa. No hay que "combatir" la soledad, es mejor abrazarla, aquí les comparto tres ideas para dejar de luchar contra ella. Primera, la soledad es positiva, si vemos en ella una ventana para mirar en nuestro interior. Dos, la soledad nos permite vernos en los otros. Tres, aceptar la frustración sin quejarnos. La soledad está asociada a ideas negativas, esta idea depende del observador. La soledad no es mala ni buena, la carga negativa viene del observador, quien está condicionado por sus creencias y su cultura, que muestran al solitario como alguien atormentado. La soledad es una oportunidad para mirarse con profundidad. Uno puede sentirse solo estando en pareja o en familia, esa sensación es peor que estar solo simplemente. La soledad es positiva, si vemos en ella una ventana para mirar en nuestro interior. Tener momentos y lugares de soledad nos permite vernos y sentirnos con mayor sensibilidad que cuando estamos en familia o en pareja, estar solos nos permite darnos cuenta, que el sufrimiento es una elección personal.
Estar en soledad nos da la libertad de acceder a experiencias y personas muy diferentes a nosotros, quienes paradójicamente, nos muestran que, a través de sus vidas, nosotros pudimos llegar a ser ellos. Este acceso a experiencias y personas -al menos en mi caso- nos mantienen en estado de asombro permanente, cosa que le da mucho sentido a la vida -al menos en mi caso-. Perder la capacidad de asombro es estar más cerca a la muerte que estar enfermo, al fin y al cabo, la vida es una enfermedad terminal, en algún momento todos vamos a morir. Aceptar la frustración sin quejarse. Estar en familia o en pareja, hace que caigamos en la queja, o sea, en la víctima, estar solos nos permite aceptar sin quejarnos. En ambientes laborales y culturales con un mínimo grado de diversidad, es común encontrar posturas y personas que no comprendemos, que nos hacen sentir frustrados. El problema no es que nos comprendan, el problema es esperar que ellos o el entorno, sea diferente o cambie. Por lo tanto, aceptar la frustración no significa fundirse con el entorno y las personas, aceptar la frustración en este sentido tiene dos caras de una misma moneda. Primera, dar lo mejor de nosotros siempre y en todo lugar. Y segundo, aceptar el efecto que genere lo primero, si el resultado es el esperado; genial, si el resultado no está alineado con nuestras expectativas; aceptarlo y agradecer, nosotros cumplimos. ¿Qué ideas otras ideas tienen para abrazar la soledad?
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Tarde o temprano nos damos cuenta en algún momento, que el mejor viaje es al interior de nosotros mismos, que las sustancias y métodos, algunos ancestrales, otros más recientes pero igual de válidos e interesantes, solo abren puertas que normalmente están cerradas por el ego, y nos impiden mirar hacia adentro con profundidad, aceptación y gratitud. En el Club de la pelea, un clásico del cine (1999), el narrador y protagonista (Eduard Norton), aquejado por el insomnio, le pide medicación al doctor, quien se niega a recetarle y, al quejarse de que está sufriendo, le sugiere que vaya a un grupo de apoyo para ver lo que es el sufrimiento de verdad. El tipo asiste a un grupo de apoyo de víctimas de cáncer testicular y, después de convencerlos de que él también está aquejado de la enfermedad, encuentra una liberación emocional que le cura el insomnio. Se vuelve adicto a los grupos de terapia y a la farsa de hacerse pasar por víctima. La situación es tan trágica que se convierte en comedia. ¿Qué obtiene de todo eso? atención, compañía, validación con otras víctimas. Pero, ¿qué tiene esto que ver con mi turismo espiritual?
Aquí va. La vida es una experiencia egocéntrica. Negarlo también es egocéntrico, asumir una postura que niega el ego, nos pone en el mismo lugar del egocéntrico. La vida tiene infinitas posibilidades de experiencias, ese mismo ego que nos hace presentarnos como personas humildes, o excesivamente exigentes (como yo), nos pone la trampa de pensar de que debemos tener más para disfrutar más. Bien lo decía un amigo: "no tienes que tener una isla para disfrutar el mar". El turismo espiritual en cierto punto tiene que ver con esto, con personas -como el personaje de la película-, que saltan de grupo en grupo, viviendo experiencias tipo new age por muchas razones: encontrarse así mismos, sanar heridas o traumas de la infancia, para perdonar a sus padres, para tener momentos de introspección, para husmear en vidas pasadas, para conectar con gente que comparte ese tipo de gustos y vivencias, para desenredar un proyecto o tomar un curso de acción en la vida. Quienes hemos participado de ellas, saltado de grupo en grupo, de tema en tema, tarde o temprano nos damos cuenta en algún momento, que el mejor viaje es al interior de nosotros mismos, que las sustancias y métodos, algunos ancestrales, otros más recientes pero igual de válidos e interesantes, solo abren puertas que normalmente están cerradas por el ego, y nos impiden mirar hacia adentro con profundidad, con aceptación y gratitud. Podemos ser budistas, católicos, ateos, podemos ser lo que queramos ser, pero ¿somos realmente eso? La respuesta es NO. No somos la religión que practicamos, ni lo que creemos, mucho menos nuestra profesión, oficios o la visión del mundo que tengamos, somos la vida manifiesta aquí y ahora, esta es la eternidad, y es lo que queramos que sea. Cuando despertamos, nos damos cuenta que nuestra visión no es tan nuestra, que es una reproducción de lo que nos enseñaron en casa. Algunos viven toda su vida sin notarlo. Es probable que les falte vivir otras vidas para despertar. Les deseo suerte en el camino. ¿Recomiendo el turismo espiritual? recomiendo la introspección, el gobierno de si mismo. Si los hongos, el peyote, el bufo, las constelaciones familiares o la inmersión en hielo le ayudan a encontrarse, bienvenidos, solamente usted sabrá si lo que está experimentando es un viaje amoroso de autodescubrimiento y aceptación, o está viviendo su propia versión del club de la pelea. Pertenecemos al lugar que habitamos. No somos lo que estudiamos, ni lo que poseemos, el lugar donde vivimos, los lugares que visitamos. Creemos que somos eso, cuando estamos tan identificados con sitios, situaciones y personas, la vida nos enseña que estábamos equivocados. Entonces despertamos.
Identificarse con ciudades, barrios, empleos, oficios o profesiones es un error común en el que caemos todos. Un error de enfoque. Cuando camino la ciudad, la hago mía a cada paso. Agradezco el cielo azul y el sol que calienta, el frío y la tormenta, que me invitan a mirar hacia adentro. |
AutorNo estoy esperando NADA. Mi momento es aquí y ahora. Es HOY, es YA. Archivos
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