Los modelos educativos tradicionales, al igual que la figura del padre, estaban construidos sobre la base de una implícita cosmovisión conservadora y fundamentalista cristiana que asume que el mundo es peligroso y difícil, que las niñas y niños son malos por naturaleza, y que la tarea de los adultos, especialmente del padre, es convertirlos en buenos (...) La etimología de profesor nos lleva a “profeta”, aquel que interpreta la verdad de los dioses (...) El púlpito de las iglesias y la mesa del profesor tienen la misma función: el lugar desde el que se dicta la doctrina verdadera.
Torres analiza con una mirada muy crítica, el contexto, explica las razones de la desmotivación, y al final, se va en contra de los valores individualistas, capitalistas, neoliberales, cristianos y totalizantes, que caracterizan nuestra sociedad.
Empecemos con el fondo y terminemos con la forma. ¿Qué hay en el fondo? En el fondo está la historia, la cultura, las costumbres, las acciones que nos hacen ser como somos y el imaginario colectivo de lo que queremos que sean las personas. ¿Cómo deben ser los otros? ¿Cómo deben comportarse? ¿En ese imaginario tienen mucho que ver la escuela y la iglesia, y por supuesto, los profesores. ¿Y qué es la forma? en la forma están los currículos obligatorios, la formación docente, los salarios, los formatos, la burocracia, la evaluación, la autoevaluación, el escalafón... ¿Qué tiene que ver la globalización con todo esto?
“Estamos, una vez más, ante el “homo economicus”, un ser humano reducido a constituir un elemento más de la cadena productiva, una clase de mercancía económica; se trata de instruir a trabajadoras y trabajadores eficaces, flexibles, polivalentes y fieles a los intereses de quien les contrata”.
Algo deja claro Torres en el libro -idea que comparto- y es que la globalización está lejos de regirse por los Derechos Humanos; la globalización le permite a los dueños del capital movilizarlo entre los países, pero se les impide a las personas hacerlo, por eso se militarizan las fronteras y se restringe a las personas trabajar en otros países. Para Torres, “las posibilidades de subsanar tales injusticias, errores y desajustes tienen más ocasiones de remediarse en un mundo globalizado, pero regido por la democracia y valores como la fraternidad y la justicia social.” La globalización y el pragmatismo social hacen que la educación se vea como un sistema subordinado a las demandas del mercado. El sector educativo al servicio de la empresa. Las políticas macroeconómicas que dictan organismos mundialistas como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Consejo de Europa o la Organización Mundial del Comercio orientan la educación para que esta tenga un carácter utilitario, “los contenidos ofertados para los estudiantes son analizados y seleccionados desde ópticas pragmatistas y mercantilistas”. Se educa a las personas para que aprendan a ser buenos empleados, obedientes con la autoridad, acríticos, individualistas y polivalentes. El tipo de educación que van a demandar familias y estudiantes, son los saberes que van a servir para intercambiar en el mercado laboral, o sea, para garantizar el éxito económico y social.
Los problemas y las consecuencias de este tipo de educación son profesionales alejados de la una cultura política y social crítica, reflexiva, indiferentes con los grupos sociales marginados, aislados del contexto y del ejercicio de sus deberes y derechos como ciudadanos democráticos, solidarios y generosos.
“Los discursos públicos de los grupos conservadores y neoliberales apelan insistentemente a la defensa militar, a la reclamación de un endurecimiento de las penas y las políticas de reclusión en cárceles de los miembros de las clases sociales más desfavorecidas, por motivos cada vez más nimios, se van convirtiendo en hegemónicas.” La tarea del profesor influye poco o nada en sus estudiantes, en la formación de su identidad. El pulso por la formación de esa identidad está siendo ganado por la sociedad de consumo, los medios, y las tecnologías de la información y la comunicación, están gestando personas con necesidades y deseos en constante cambio, cambio que les exige diferenciarse de los adultos, hablar, vestirse, comportarse de una manera diferente. Las conductas y los hábitos les sirven para diferenciarse del mundo adulto. En la formación de los profesores, resalta la pobreza en las políticas de actualización cultural y psicopedagógica, luego, cuando se les capacita, los cursos programados están al margen de sus intereses y necesidades. Por último, la forma de retenerlos en estos cursos, es obligándolos a firmar una hoja de control para verificar su asistencia y permanencia.
La motivación en los estudiantes debe estar adentro y no afuera, los deseos de aprender, la emoción de experimentar y encontrar algo nuevo necesita un entorno diferente al que tenemos hoy, uno diferente al de las amenazas y las sanciones, el premio y el castigo, tal y como pretendían los modelos conductistas de la psicología del aprendizaje. Esta forma de enseñar, difícilmente podrá conseguir que los estudiantes se involucren con los contenidos que obligatoriamente tienen que estudiar.
La burocracia en el sistema educativo da para otro libro, de hecho, encontré otro con un título explosivo: La utopía de las normas: De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia. Sobre el tema, hay que decir lo frustrante que es para los profesores, perder su tiempo llenando un montón de papeles, planificar sobre calendarios irreales con rutinas burocráticas, cumplir con tareas mecánicas que, por la prontitud y el afán de los administradores, nunca van a ser leídas o tenidas en cuenta para actuar. Ver libro.
Tomado La ausencia de una cultura democrática en las prácticas de las escuelas es otra fuente de desmotivación, al respecto, concluye Torres: “una cosa es enseñar teóricamente lo que es la democracia y otra, muy distinta, es aprender a vivir la democracia y a perfeccionar su funcionamiento día a día. El compromiso en la formación de una ciudadanía democrática demanda una institución escolar en la que se hagan realidad los principios éticos.”
En este momento histórico, los profesores son responsabilizados por la calidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje, mientras se invisibilizan los centros formativos y los otros actores del Estado, esta estrategia busca por un lado, subvalorar la calidad de la educación pública y justificar la privatización de la educación. Coda: “Trabajar como docente implica confiar en las posibilidades de aprendizaje del alumnado y transmitirle entusiasmo por las tareas que se le proponen, así como acerca de sus posibilidades de éxito. Una pedagogía autoritaria nunca puede educar una ciudadanía responsable y democrática; su finalidad es adoctrinar y enseñar a ser súbditos, personas sin autonomía, completamente sumisas y dependientes”.
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Febrero 2024
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